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LA OCA PERDIDA

 La princesa Amelia siempre había sido una niña muy feliz. A pesar de no haber salido de los terrenos del castillo de sus padres nunca, siempre solía encontrar algo con lo que entretenerse. Pasaba tardes enteras correteando detrás de las ocas que había cerca del lago próximo al castillo. Pero cuando anochecía siempre volvía a cenar con su familia en el gran salón. Una de esas tardes, persiguiendo a la más grande de las ocas llegó a los muros del castillo y cuando estaba a punto de atrapar a la oca vio algo que le llamó la atención. Estaba viendo el cielo, justo a su lado. Pero no como las veces que lo vemos a lo lejos, sino justo a un metro de ella. La princesa se quedó pensando cómo había llegado allí ese pedazo de cielo. Ocupaba el espacio que debería ocupar una puerta del castillo, pero allí no había puerta, solo había cielo. Amelia, cautelosa, se acercó aún más a aquella extraña imagen levantando su mano para tocarlo, pero de repente, justo cuando estaba a punto de rozarlo sintió q

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